/ by Carmen Álvarez /

Las ciudades contemporáneas sufren cambios permanentes. Está en su ADN dado la cantidad de historia que la mayoría de ellas tiene encima, lo que supone enormes desafíos desde todo punto de vista : demográficos, sociales, sociológicos, culturales.

El patrimonio de la mayoría de las ciudades del mundo que cuentan con historia ha estado en los últimos tiempos lamentablemente en peligro. 

Las consecuencias son nefastas y se comprueban en el tejido urbano de muchas ciudades : barrios a los que se les ha privado de valiosas edificaciones, casas amputadas, vandalizadas, mutiladas, cuadras o manzanas incompletas y con edificaciones de estilos totamente heterogéneos, joyas arquitectónicas o artísticas mezcladas con construcciones de pésima calidad.

Los que queremos defender un tejido urbano valioso y armonioso

somos conscientes de que debemos enérgicamente promover planes de acción que tiendan en primer lugar a consolidar una masa crítica en los ciudadanos de diversos grupos de edad, y especialmente en las nuevas generaciones acerca de la importancia de conservar nuestra identidad, proteger lo que queda y diseñar estrategias para la promoción de esos lugares desde la óptica de un nuevo aprovechamiento de los mismos.

Hay que echar un vistazo a ciudades y capitales del mundo para saber que las edificaciones patrimoniales hoy en día son un bien muy buscado entre aquellos que no quieren mimetizarse con la monotonía arquitectónica de las nuevas construcciones despersonalizadas sino que desean sentirse singulares, sentir que poseen y desarrollan su vida en una pieza única, solo comparable a una obra de arte, a un objeto preciado, a un valioso recurso.

Como la historia transcurre muchas veces en forma de péndulo, lo que en determinado momento se pensó que estaba terminado, olvidado, incluso sepultado, vuelve a ser moda.

Esto es exactamente lo que está suciendo en ciudades del mundo donde cuidar el patrimonio se ha vuelto casi una obsesión y un rasgo definitorio, para muchos también un orgullo, el poseer un bien digno de ser conservado, mostrado, mejorado y jerarquizado.

En todo el mundo gente interesada en el arte, la arquitectura, las manifestaciones culturales en toda su dimensión, vuelven a elegir las zonas patrimoniales para instalar su hogar, su oficina, su radio de acción, para invertir en nuevos emprendimientos al darse cuenta que el patrimonio es lo único que manifiesta su identidad y que esas zonas en general son poseedoras de la mayor cantidad de servicios, en los últimos tiempos descuidados y subutilizados, que las zonas alejadas no poseen.

La defensa del patrimonio se basa en ciertos principios que son fundamentales. 

El primero se desprende de lo dicho hasta ahora y es el de la sustentabilidad que lo vemos reflejado en la vida actual en muchas disciplinas que rijen nuestra vida : en la alimentación (el vegetarianismo, las comidas orgánicas libre de químicos o fertilizantes, cuidar todo tipo de desequilibrios o excesos alimentarios, etc.), en la moda (la slow fashion, el second hand, la proliferación del uso del vintage), en el cuidado del medio ambiente (del aire, del agua, de los hábitats marinos, de las especies en peligro), en la salud (la virtual eliminación del tabaquismo, la alimentación saludable, el uso de suplementos vitamínicos), en la cosmética (el uso de maquillajes y productos para la piel orgánicos, hechos con materiales naturales y no químicos o sintéticos).

En el tema patrimonial, se han hecho las mayores agresiones en nombre de la modernidad que ahora, defendiendo la sustentabilidad debemos revertir.

Luego el principio de la estética. Creer que existe un concepto de belleza que orientó a los creadores de edificaciones que ostentan diferentes estilos arquitectónicos, representantes de diferentes épocas de nuestra historia, algo que no se encuentra en las edificaciones en serie.

Y por último el concepto de identidad. Nada atenta mas contra la identidad y la historia de una comunidad que la sustitución. 

Susituir los diferentes estilos arquitectónicos a los que recién hacíamos referencia por edificaciones de los años 60 para adelante, que parecen tomadas del mismo molde ha sido un verdadero atentado contra la ciudad.

Evidentemente las sociedades han estado sufriendo desde hace años estos cambios de paradigmas y el patrimonio no está exento de esta tendencia. Todo lo contrario. Basta repasar el entusiasmo y el compromiso con que países, ciudades y barrios enteras se hayan embanderados en su cuidado para comprobarlo. Los ejemplos abundan y exceden al campo de este artículo.

Solo diremos que hay un grupo creciente de ciudadanos que está haciendo lo posible para que los países del Río de la Plata también se inserten en la tendencia mundial. 

Gente que tiene conciencia de que la ola destructora debe parar y debemos ya, sin demora, valorar, proteger, recuperar, jerarquizar el patrimonio que nos va quedando.

¿Qué le vamos a ofrecer a los visitantes, a los extranjeros, a los turistas cuando estos reconocen en nosotros, a veces más que nosotros mismos, las maravillas que poseemos?

Desde estas páginas hacemos un llamado a asumir el tema con responsabilidad y también pasar la antorcha a las nuevas generaciones para que, desde el ámbito educativo, se les enseñe el valor de lo que tenemos. 

La apelación a nuestros lectores es sencilla pero enérgica : engrosen la lista de aquellos que defienden, conservan, jerarquizan y disfrutan las edificaciones patrimoniales. Es un contundente compromiso con el pasado, el presente y el futuro.

Women in Move / Magazine Virtual / Editora Carmen Álvarez