Facundo de Almeida es el exitoso director argentino del MAPI – Museo de Arte Precolombino e Indígena –  sigla ya totalmente instalada en el imaginario cultural de Montevideo. 

Con un proficuo curriculum que incluye la Presidencia de la Comisión Administradora del MAPI/Intendencia de Montevideo, ser el Coordinador del Diploma en Gestión Cultural (UDELAR), ser Miembro de la American Alliance of Museums (AAM) y Secretario de la Asociación de Amigos del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), entre otros destacados títulos, este Licenciado en Relaciones Internacionales y Máster en Gestión Cultural, vive y disfruta de la capital uruguaya desde hace un buen tiempo.

Él y su encantadora esposa Carla, ambos jóvenes, ambos dinámicos, ambos amantes de la vida cultural citadina, supieron integrarse sin drama ni demora a esta Montevideo que a veces ve a los “porteños” como a sus hermanos mayores con todo lo que eso implica, de bueno y de malo.

Pero en el caso de Facundo, sus características personales y familiares lo hacen un local más, una persona nada extraña a las tradiciones, costumbres y hábitos de los uruguayos lo que provocó desde siempre una profunda comunión con todos los que lo conocen, aprecian y además elogian su impecable, sólida y muy creativa gestión al frente del MAPI. Un buen ejemplo de Historia Rioplatense.

– ¿Cuánto hace que vive en Uruguay con su familia y por qué?

         Vivimos hace poco más de siete años. Elegimos vivir en Uruguay, buscábamos un lugar más tranquilo donde criar a nuestras -en aquél momento- pequeñas hijas y -a la vez- en el que pudiéramos desarrollar nuestras vocaciones: la gestión cultural para mí y el yoga para Carla.

         Estábamos buscando una alternativa a la vida ajetreada que llevábamos en Buenos Aires, viviendo a dos cuadras del Congreso, con buen trabajo, pero en un ámbito que no nos parecía el más adecuado para que crecieran dos niñas. Durante un año o más buscamos alternativas, pero queríamos que a la tranquilidad de los destinos se sumara la posibilidad de desarrollar nuestras profesiones e idealmente estar cerca de Buenos Aires -por que gusta la ciudad!- y para estar cerca de la familia.

         Uruguay siempre estuvo al tope de nuestros deseos, pero tampoco era fácil, hasta que en una oportunidad que estamos de paseo por Montevideo, Ana Knobel -que vivió muchos años en Argentina y que en ese momento era Directora de Artes y Ciencias de la Intendencia de Montevideo- me dijo que estaban buscando nueva dirección para el MAPI, y me presentó a la entonces Intendenta de Montevideo, Ana Olivera y parece que le interesó mi propuesta porque aquí estoy dirigiendo el museo. Lo mismo ocurrió con los miembros del Consejo de Administración de la Fundación MAPI, Thomas Lowy, Mariano Arana y el ya fallecido Rolf Nussbaum.

– ¿Tenía algún lazo previo con Uruguay? Si no es así, ¿cómo es la experiencia de vivir aquí?

Teníamos experiencia de venir con cierta frecuencia como turistas, pero no solo a los destinos habituales de los argentinos entre Punta Ballena y José Ignacio. Por el contrario, salíamos los fines de semana y visitábamos distintos lugares de la costa del Río Uruguay como Carmelo y Nueva Palmira, también Santa Ana y Colonia y por supuesto Montevideo.

Nunca habíamos vivido en Uruguay, pero la experiencia es maravillosa. Hay un chiste que refleja muy bien la diferencia entre las vacaciones y la inmigración, marcando lo opuesto que puede ser el enamoramiento que le producen a uno los lugares cuando está descansando, en contraposición a las dificultades que supone la vida cotidiana, pero en nuestro caso seguimos disfrutando como el primer día. Lo único que extrañábamos al principio eran los cafés, pero ahora hay mucha oferta en Montevideo en ese rubro y en el gastronómico en general, al que también hicimos un aporte desde el museo sumando MAPI Café, un espacio excepcional diseñado por el Estudio Lorieto-Pintos-Santellán.

¿Considera usted Uruguay un lugar adecuado para la educación de sus hijas?

Sin lugar a dudas, elegimos vivir acá por eso. Es un país amigable para los pequeños. Además de todas las virtudes que sigue teniendo por la tranquilidad, por sus espacios públicos maravillosos -desde La Rambla a las plazas y parques, incluso algunos nuevos-, creo que aquí se respeta la inocencia de los niños, se resguarda el proceso propio de cada edad, no hay una presión social tan fuerte para que se salten etapas de la vida.

Lo veo en mis hijas y en sus amigas, con 10 y 11 años siguen siendo niñas y el contexto ayuda a que así sea, y por otro lado que crezcan en un ambiente donde se respetan y se fomenta el ejercicio de derechos. Y en casa no tenemos TV, así que evitamos la influencia -sobre todo- de la programación argentina, mucha de la cual, va en sentido contrario.

Y desde la educación formal, no hay dudas que hay una crisis, pero, sin ser experto en el tema, me parece que es más de época, causada por la revolución del conocimiento que estamos viviendo, no una situación exclusiva del país y, por ello, más difícil de resolver. 

Hoy los niños están más habituados al lenguaje y los modos del mundo contemporáneo que sus maestros, y los esfuerzos desde el Estado para enfrentar esta situación -el Plan Ceibal parecería ser el mascarón de proa de esa estrategia- parece no ser suficiente, más allá del mérito de ese maravilloso programa que pone a los niños uruguayos muy por encima de otros sumado a la conectividad casi universal a Internet que tiene Uruguay, mérito de las inversiones de ANTEL.

– ¿Qué diferencias hay entre uruguayos y argentinos como pueblos y como consumidores culturales?

Creo que es una situación paradójica, porque -aquí recurro a mi formación de base en relaciones internacionales- no veo dos países en el mundo que tengan el vínculo histórico, cultural, político y hasta de lazos familiares que unen a la Argentina y a Uruguay. No hay otro caso, tal vez entre algunos de los países nórdicos, pero tampoco, no es lo mismo.

Pero por otra parte, creo que en algunos aspectos hay más diferencias que las visibles a primera vista. Hay un punto en la historia de los dos países donde la cultura política los empieza a diferenciar y eso hoy influye fuertemente en la institucionalidad, en la vida cotidiana y en el modo de ser y de vivir de unos y otros.

No me he especializado en el estudio de los consumos culturales, pero en principio es difícil hablar como un todo de la Argentina -y posiblemente también de Uruguay-, hay una gran diferencia entre las grandes ciudades y las pequeñas. 

Pero para comparar Buenos Aires y Montevideo creo que hay una cuestión de escala, porque la capital argentina y su entorno tienen 13,5 millones de habitantes, diez veces más que la población de Montevideo, y eso permite del otro lado del río lograr una economía de escala que facilita, sobre todo, los grandes y costosos proyectos culturales. 

De todos modos, creo que, al menos en parte y en determinados sectores, el consumo cultural en la Argentina es muy aspiracional. Es decir, voy a ver tal película, tal obra de teatro, una ópera o a la inauguración de tal cual o cual exposición, porque queda bien ir y no necesariamente por un interés real. 

En Uruguay, me parece, esto no ocurre o es casi insignificante por una cuestión de idiosincracia, me animaría a decir -sin ofender a nadie- que es un consumo cultural más genuino y mejor distribuido entre el conjunto de la población.

Por otra parte, sin haber hecho un estudio sobre el tema, entiendo que la oferta cultural en Montevideo está más sustentada en la demanda -y en el espíritu emprendedor de creadores y gestores- que en el subsidio, sobre todo por la diferencia relativa de los presupuestos de los organismos culturales en cada una de las dos ciudades. 

Pongo un ejemplo concreto, en el MAPI recibimos más de 32.000 niños y liceales al año -sólo contando los que nos visitan con instituciones educativas- y esa demanda es la que nos permite, a su vez, crear e incrementar la oferta de exposiciones y talleres que consecuentemente incentiva a que vengan más visitantes.

Tal vez lo que sea más débil aquí -y también por esa idiosincracia que mencionaba hace un momento- sea el apoyo privado a la cultura. Ese afán de no mostrarse -tan característico del Uruguay- hace más dificultoso lograr apoyos de empresas y particulares porque pierde sentido la visibilidad y prestigio que la cultura ofrece. 

Sin embargo creo que esto está cambiando y no solo por el reconocimiento del valor que el propio altruismo puede ofrecer, sino porque comienza a entenderse que, incluso los negocios dependen de un buen desarrollo cultural de la sociedad, y que el arte y la cultura pueden ser puentes de plata más discretos y convincentes para llegar a los consumidores, es decir, reconocer ese aporte como una inversión. 

Por otra parte, la cultura y los espacios culturales bien gestionados ofrecen singularidad, originalidad, diferenciación y segmentación de públicos, y logran que las marcas y las empresas se destaquen de las que no están presenten en este ámbito. 

– ¿Hay cooperación entre ambos países en la gestión del MAPI? Denos algunos ejemplos.

Si, hemos desarrollado varios proyectos con Argentina. En los últimos años presentamos media docena de exposiciones, sobre todo de fotografía. 

Tal vez la más importante fue una producción nuestra que involucró a dos destacados artistas de uno y otro lado del río: Memoria del Fuego, con la obra de Eduardo Galeano y Luis Felipe Noé.

La Embajada Argentina también se asoció con el MAPI, con el Ensemble De Profundis y con el Teatro Solís en la organización del Festival de Música Barroca que este año haremos la tercera edición, y eligió MAPI Café para celebrar el Día del Tango. Por nuestra parte llevamos la exposición “Las otras fronteras”, junto con la Embajada de Uruguay en Argentina, al Museo de Bellas Artes de Corrientes y en agosto vamos a exhibirla en el Centro de Arte Latinoamericano La Abadía en Buenos Aires. 

Aspiramos en algún momento a poder traer una exposición temporaria de piezas arqueológicas, como por ejemplo la colección Hirsch que es propiedad de la Cancillería Argentina,  para subsanar un poco la ausencia de piezas de grupos indígenas originarios de Argentina en nuestra colección. Pero aún no lo hemos logrado…  

Finalmente, en el campo científico estamos desarrollando una investigación sobre piezas de nuestra colección con la arqueomusicóloga Mónica Gudemos, de la Universidad Nacional de Córdoba, y con el apoyo del Hospital Maciel y el Centro de Alta Tencología. Es la primera que se hace en su tipo en Uruguay -y más allá también-, utilizando tecnologías como radiografías y tomografías computadas y va a concluir en la publicación de un libro y en una gran exposición internacional itinerante.

Seguramente, la intensidad del vínculo llevó a que el nuevo Embajador Mario Barletta presentara cartas credenciales ante el Presidente Tabaré Vázquez un día, y al siguiente realizara una visita de cortesía al MAPI acompañado por la agregada cultural Emilia Vicente Lago.

¿Qué perspectivas de futuro tiene la región en materia cultural?

Es una pregunta para responder con un libro que yo no podría escribir, pero en principio creo que nuestros países todavía tienen mucho para darse y dar en materia cultural. 

En lo interno, entendiendo que la cultura es la “argamasa” que sustenta el desarrollo de las comunidades, entendiendo éste no sólo como el aumento de los indicadores económicos, sino como el progreso y el ejercicio de derechos del conjunto de la población. No se trata de una frase hecha, es una realidad. Piensen en ejemplos de países que admiran y piensen en sus culturas.

Desde el punto de vista internacional, América Latina y en particular nuestra subregión tiene aún mucho para mostrar y mucho para recibir. Creo profundamente que el intercambio cultural nos enriquece y enriquece a quienes reciben nuestra cultura.

– Cuéntenos sobre la próxima exposición “Uruguay en Guaraní” que se inaugurará en el museo NAMOC de Beijing.

“Uruguay en Guaraní” es el fruto de más de dos décadas de investigación sobre la presencia indígena guaraní en el Uruguay que lleva adelante la arqueóloga Carmen Curbelo desde la Universidad de la República, pero que se transformó en una exposición -luego de algunas muestras parciales que se hicieron en el MAPI desde 2007- cuando en 2012 la entonces Cónsul de Uruguay en Hamburgo, Elizabeth Bogozian, y el Embajador en Alemania, Alberto Guani, gestionaron que el país sea invitado de honor al Otoño Latinoamericano de Hamburgo.

Para esa ocasión, junto a Luis Bergatta, ideamos esta exposición que se presentaría por primera vez en esa ocasión, pero luego el proyecto fue creciendo y asociados con el INAC – Instituto Nacional de Carnes, la llevamos de gira por cinco museos de los más importantes del mundo en su rubro, entre 2013 y 2018. Fue inaugurara en el Museo Vaticano, luego visitó el Museo Etnográfico de Hamburgo, el Museo Valenciano de Etnología, el Museo Arqueológico de Alicante, el Museo Ruso de Etnografía de San Petersburgo y próximamente el Museo Nacional de Arte de China.

Es la primera y única exposición arqueológica internacional en la historia del país y la muestra que más destinos recorrió. Ya fue visitada por más de un millón de personas, y esta cifra se va a incrementar en Beijing, en el Museo Nacional de Arte de China (NAMOC) -que según nos cuentan- recibe miles de personas cada día.

En esta oportunidad, es un poco distinta porque hemos sumado piezas del Museo Histórico Nacional y del Museo Zorilla y dos capítulos nuevos: artesanías de grupos Mbyá-Guaraní que viven en Uruguay y un conjunto de piezas contemporáneas de los más destacados artesanos del país que recibieron el Premio Nacional de Artesanía y seleccionamos junto a la División de Artesanías (DINAPYME-MIEM) y de Manos del Uruguay, que este año festeja su 50 aniversario. En total son casi 160 piezas que van a desplegarse en las salas temporarias del museo que tienen más de 1500 metros cuadrados. 

Sin lugar a dudas será un acontecimiento excepcional, que corona un trabajo conjunto con el Embajador Fernando Lugris y, sucesivamente, con las agregadas culturales Laura Silva y Agustina Casavalle -todos ellos de la Embajada de Uruguay en China-, y significará uno de los puntos más importantes de la celebración de los 30 años de las relaciones diplomáticas entre los dos países, con la presencia de la Ministra de Educación y Cultura. Dra. María Julia Muñoz, en el acto inaugural.

Women in Move / Editora Carmen Álvarez

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